Era un sábado 5 de marzo a media mañana, y mis amigas y yo
íbamos de camino al campo para celebrar un cumpleaños. Después de almorzar, nos
sentamos a charlar de todas nuestras cosas -como buenas marujas que somos-, y
al cabo de un rato, le hicimos una sorpresa a la cumpleañera y le dimos los
regalos. Ya bien entrada la tarde, nos empezamos a revolucionar; cantamos,
bailamos, saltamos, corrimos de un lado a otro, etc, así hasta que nuestras
energías se agotaron y acabamos en el sofá, <después de la tormenta siempre
llega la calma>, dicen. Al poco tiempo de cenar, casi sin ganas ya que
estábamos hartas de picotear chucherías, me llamó mi madre. Me dijo que no
tardase mucho en llegar a casa porque al día siguiente por la mañana íbamos a
ir al EME a dar un paseo.
El EME (Expo Mujer Emprendedora), como dice su nombre, es una
exposición que celebra mi pueblo, en la que las tiendas seleccionan a gente
conocida para salir de modelo por una pasarela luciendo lo que venden.
Tras haber pasado un maravilloso día en
el campo, estábamos algo cansadas, así que sobre las once ya estábamos de
vuelta.
¿No acabó tan mal la sorpresa no? No juzgarla |
Domingo
ya y mis padres despertándome temprano para salir. No tenía ganas de
levantarme, tenía mucho sueño, así que les dije que no iría. Insistieron una
vez y otra, poniendo de excusa que habían quedado con unos amigos; así que
acabaron convenciéndome a pesar de que no me apetecía.
En el pabellón, donde tenía
lugar la exposición, había mucha gente esperando los desfiles. Nos acercamos a otros
amigos de mis padres, y justo alrededor había más personas conocidas. Al poco,
vi entrar a mis amigas; si hubiesen quedado, me habrían avisado ¿no? Se
acercaron y empezaron a mirarme entre risillas. Todo me empezó a oler a gato
encerrado, pero, ¿qué estaba pasando? Seguí a lo mío, sin darle
importancia.
Pasaron unos diez minutos,
cuando el alcalde del pueblo, junto con otra mujer, subieron a la pasarela y
empezaron a decir unas palabras. Comentaban que
iban a hacer dos reconocimientos, uno esa mañana y otro por la tarde, y
que lo que más les gustaba era que esas dos personas no sabían nada del tema.
Vale,
las miradas cómplices de mis amigas eran ya descaradas. En ese momento entendí
todo y justo entonces me nombró el alcalde y todos comenzaron a mirarme. Por si
no era poca mi vergüenza ya, me hicieron subir con mi familia a la pasarela. Y
allí estaba yo, con todo el mundo pendiente mía y sin saber qué decir ni qué
hacer. Me hicieron dos regalos, un cuadro y una medalla representativa de un
mosaico romano encontrado en mi pueblo hacía pocos años.
La verdad es que a
pesar de la timidez, fue más el detalle de todo aquello.
¡Acabé incluso
agradeciendo la insistencia de mis padres!
Después
de todo esto, mientras mis padres y sus amigos fueron a un bar, me quedé con
mis amigas viendo los desfiles hasta la hora de comer, que nos llevó mi madre a
casa para que pasáramos allí la tarde.
¡Simplemente un fin de semana inolvidable!