31/3/16

Una bonita sorpresa

Era un sábado 5 de marzo a media mañana, y mis amigas y yo íbamos de camino al campo para celebrar un cumpleaños. Después de almorzar, nos sentamos a charlar de todas nuestras cosas -como buenas marujas que somos-, y al cabo de un rato, le hicimos una sorpresa a la cumpleañera y le dimos los regalos. Ya bien entrada la tarde, nos empezamos a revolucionar; cantamos, bailamos, saltamos, corrimos de un lado a otro, etc, así hasta que nuestras energías se agotaron y acabamos en el sofá, <después de la tormenta siempre llega la calma>, dicen.  Al  poco tiempo de cenar, casi sin ganas ya que estábamos hartas de picotear chucherías, me llamó mi madre. Me dijo que no tardase mucho en llegar a casa porque al día siguiente por la mañana íbamos a ir al EME a dar un paseo.                                                                                           
El EME (Expo Mujer Emprendedora), como dice su nombre, es una exposición que celebra mi pueblo, en la que las tiendas seleccionan a gente conocida para salir de modelo por una pasarela luciendo lo que venden.                                                                                                            
Tras haber pasado un maravilloso día en el campo, estábamos algo cansadas, así que sobre las once ya estábamos de vuelta.                                                 
¿No acabó tan mal la sorpresa no? No juzgarla
Domingo ya y mis padres despertándome temprano para salir. No tenía ganas de levantarme, tenía mucho sueño, así que les dije que no iría. Insistieron una vez y otra, poniendo de excusa que habían quedado con unos amigos; así que acabaron convenciéndome a pesar de que no me apetecía.
En el pabellón, donde tenía lugar la exposición, había mucha gente esperando los desfiles. Nos acercamos a otros amigos de mis padres, y justo alrededor había más personas conocidas. Al poco, vi entrar a mis amigas; si hubiesen quedado, me habrían avisado ¿no? Se acercaron y empezaron a mirarme entre risillas. Todo me empezó a oler a gato encerrado, pero, ¿qué estaba pasando? Seguí a lo mío, sin darle importancia.                                                               
Pasaron unos diez minutos, cuando el alcalde del pueblo, junto con otra mujer, subieron a la pasarela y empezaron a decir unas palabras. Comentaban que  iban a hacer dos reconocimientos, uno esa mañana y otro por la tarde, y que lo que más les gustaba era que esas dos personas no sabían nada del tema.                                                                                                                                  
Vale, las miradas cómplices de mis amigas eran ya descaradas. En ese momento entendí todo y justo entonces me nombró el alcalde y todos comenzaron a mirarme. Por si no era poca mi vergüenza ya, me hicieron subir con mi familia a la pasarela. Y allí estaba yo, con todo el mundo pendiente mía y sin saber qué decir ni qué hacer. Me hicieron dos regalos, un cuadro y una medalla representativa de un mosaico romano encontrado en mi pueblo hacía pocos años. 
La verdad es que a pesar de la timidez, fue más el detalle de todo aquello.                                  
¡Acabé incluso agradeciendo la insistencia de mis padres!                                 
Después de todo esto, mientras mis padres y sus amigos fueron a un bar, me quedé con mis amigas viendo los desfiles hasta la hora de comer, que nos llevó mi madre a casa para que pasáramos allí la tarde.     
              
                                                                                                                                 
¡Simplemente un fin de semana inolvidable!