29/3/16

Cómo comenzó todo

Siendo sincera, debo decir que no tenía idea de crear un blog, pero pensándolo detenidamente, creo que no hay nada mejor para compartir esta aventura que ahora me acompaña.

Ahora sí… ¡Comencemos!
Mi nombre es Paula, tengo 15 años y vivo en un pueblo cerca de Sevilla, (aunque en algo menos de seis meses, estaré viviendo en Canadá). Y sí, afortunadamente, soy una de los 500 becados por la Fundación Amancio Ortega. Esta beca te permite estudiar un año en Estados Unidos o Canadá, específicamente 1º de Bachiller. Para solicitarla necesitas unos requisitos:
Estar cursando 4º ESO en un instituto español.
Tener mínimo un 7 de media general en 3º ESO, y un 8 en inglés.
- No haber estudiado antes en el extranjero
Aunque parezca mentira yo ni siquiera sabía de la existencia de esta oportunidad.                    
Un día corriente en el instituto, hablando con algunos compañeros de otra clase, comentaban que su profesora de Inglés les había hablado de esta beca, y yo como siempre tan curiosa, les pregunté más acerca de esto y me dieron algún que otro detalle. Tras acabar esta conversación, seguí mi día tan tranquila, casi sin acordarme.                                               
Por la noche, durante la cena se lo comenté a mi madre, ella me preguntó si me gustaría echarla, la verdad es que no estaba muy entusiasmada porque lo veía casi imposible, pero por qué no probar.                                                                                                                                     
Al día siguiente, durante el recreo fui junto a varios compañeros a pedir nuestros boletines de notas de 3º. El secretario nos dijo que los recogiésemos el próximo día ya que tenían que firmarlos y sellarlos.                                                                                                                                   
Bastante acelerados, allí estábamos todos, a la misma hora, algo exaltados por recoger lo que teníamos pendiente. Faltaban pocos días para que cerrasen el plazo de solicitudes, quizás dos, ¡que presión y que precipitado todo! Pero esa misma noche, ahí estaba yo como loca con mi madre rellenando todos mis datos y adjuntando la documentación necesaria (DNI, certificado del IRPF, notas, etc). Tras varios intentos de acabar, ya que se me borró todo unas tres veces, por fin pasamos a lo siguiente. Tocaba decidir entre Estados Unidos o Canadá, y casi sin pensarlo por el ataque de nervios que tenía, decidí la segunda opción. ¡Solicitud enviada!                                                            
Al poco me llegó un mensaje con mi día y hora para hacer la prueba escrita. Un sábado por la tarde. Tan solo nos tocó ese turno a un compañero y a mí, el resto lo hacían el viernes.        
El día del examen debo reconocer que no iba nada nerviosa (al principio claro); conforme iba pasando el tiempo, llegamos, vimos tantísimos niños -todos con cara de buenos y muy arregladitos-, un montonazo de padres, organizadores, ese ambiente de tensión, etc, los nervios empezaron a florecer a una velocidad increíble. Al fin entramos; una prueba en inglés muy básica que constaba de tres destrezas: listening, reading y writing.                          
Salí contenta, me salió bastante bien, aunque no quería hacerme ilusiones, éramos muchísimos y sólo seleccionarían a 1500 en esa ronda.                                                                     
Después de unas dos semanas, ya estaba la lista de los preseleccionados; abrí el correo y allí estaba mi nombre. Las posibilidades eran cada vez más cercanas. Seguido de esto, un cuadrante con los días y horarios para hacer la segunda y última prueba definitiva: una entrevista por Skype; la cual consistía en hablar en inglés durante tres minutos sobre un tema libre y después una serie de preguntas, en inglés o español.
Había tiempo para prepararme el tema, pero no tenía ni la menor idea de qué podía hacerlo. Tal era mi desesperación que decidí escribir sobre la ilusión que me haría conseguir esa beca y lo que significaría para mí.                                                                                 
Mi día, 14 de enero, me llamarían entre las cuatro y las cinco de la tarde. Llegué a casa, almorcé rápido casi sin hambre, me repasé un poco lo que diría y me planté de cara al ordenador, con mi guion por delante y conectada a Skype media hora antes de lo necesario. Tantos eran mis nervios que sin querer llamé a mis entrevistadores, los cuales obviamente no cogieron la llamada, me puse aún más nerviosa (qué idiota soy, pensé), aunque ya no podía hacer nada, más que esperar.                         
El reloj marcaba las cuatro y yo no quitaba la vista de la pantalla, pasaban los minutos y nada, estaba temblando. ¡Por fin!, eran las 16:22h cuando recibí la llamada, una mujer y un hombre en primer plano. La verdad es que desde el primer momento empaticé estupendamente con ellos, eran súper majos. Tras un saludo y un intento de tranquilizarme, empecé con mi tema, iba muy fluida hasta que me quedé mirando fijamente al hombre, sonreía tanto que me perdí y tuve que recurrir a la chuletilla. A mi suerte, acabé y me hicieron varias preguntas en español del tipo: ¿qué te traerías tú de esta experiencia?, ¿con qué se quedaría la familia de ti?, etc. Todo duró algo menos de un cuarto de hora; “lo que tenga que ser, será”, dije a mi familia y amigos. Todos estaban seguros de que lo conseguiría, pero yo no lo tenía tan claro, era cierto que ahora tenía más posibilidades que antes, pero finalmente, de los 1500 seleccionaban a 500.
26 de enero, el día de los seleccionados estaba aquí, las listas las enviaban a las 13:00h. En mi caso, no fue hasta las 15:30h cuando las pude mirar. Empecé a leer despacio la lista de los seleccionados para Canadá, pero los nervios no me permitían leer todos aquellos nombres así que bajé hasta la “P”, la inicial de mi primer  apellido, ¡allí estaba yo! No me lo podía creer, con los ojos como platos y mi madre y mi hermana esperando una respuesta, releí mi nombre unas diez veces.                           
¡Que me voy! ¡Que me voy a Canadá!, gritaba a la vez que lloraba y corría por toda la casa. Emocionadas, llamamos a mi padre para darle la noticia, que alegría tan grande, todo aquello era increíble.                                                                                                                                  
En otro mensaje me comunicaban mi destino, viajaré a Campbell River, British Columbia.  
Campbell River
Campbell River
¿Cómo puede cambiar todo tan rápido de un día para otro? Creo que no seré consciente de todo esto hasta que pise tierras americanas.                                                                              
Estoy segura de que será una experiencia  inigualable y la pienso aprovechar al máximo.